Estos últimos días han sido días de curro, pero también han
sido días en los que me he indignado. En primer lugar por el tema de colegios y
los líderes que allí los habitan. Sinceramente hay miedo a decir lo
que se piensa, porque hay amenazas y lo de la libertad de expresión es algo
simbólico cuando si dices algo “incómodo” te llevan al juzgado con tú propio
dinero (porque tú con tu cuota de colegiado les estás pagando los abogados). Es
indefensión, pero vamos, como estoy harto, seguramente dentro de poco también
haga un post dedicado a estos “individuos”.
Pero el post de hoy va dedicado a la Universidad, y espero
ser crítico con todo y todos, incluido el alumnado.
El tema Universidad renace de un post en Facebook de mi colega y amigo
Carlos Rios, en el que anima a movilizarse a los alumnos, a ser crítico, a no
conformarse con lo que les digan, a fomentar el debate, vamos, a volver a hacer
la universidad un centro de conocimiento, un foro para todos con el único
objetivo de formar de verdad a los que son el futuro de la sociedad.
En este tema, yo tengo una experiencia personal que me
marcó, y marcó un desenlace en el que la universidad no quedo en buena imagen para mi
recuerdo. Explicaré porqué.
Mis comienzos en la universidad fueron duros. Trabajaba en
correos, y no podía más que asistir a los seminarios de por las tardes. Llevaba
muchos años sin estudiar, y mi meta era sacarme medio curso por año, para
acabar la diplomatura en 6 años. Y el primer año era feo. A mi me gustaba mucho
la nutrición y sobre todo la dietoterapia, pero vamos el primer año era un
repaso de ciencias puras, y yo venía de letras, y claro fue un completo
desastre. Me presenté a un examen, y lo suspendí.
Después el segundo cuatrimestre la cosa cambió, sí pude ir a
clases, y mis notas mejoraron (no podían empeorar, ya que en el primer
cuatrimestre no aprobé nada). Realmente no esta especialmente motivado con esas
asignaturas, pero me ilusionaba sacarme la carrera que deseaba. En general la
motivación de la carrera era más bien baja, y como casi siempre, todo se basaba
en estudiar y “vomitar” lo estudiado en el examen.
En mi opinión
personal había mucha paja en el temario y demasiada poca “chica”. En eso en el
módulo se ponen muchísimo más las pilas. Recuerdo que en el primer año de FP dábamos
todas las clases en el laboratorio, hacíamos mil y una dieta y en el segundo tuvimos tres
meses de prácticas en hospitales.
Prácticas en el Hospital de la Vega Baja |
Por aquel entonces no había apenas internet
ni redes sociales, y las actualizaciones
llegaban con el nuevo Krausse, pero desde luego el módulo me resultó más
atractivo que la carrera.
Seguían pasando los años universitarios, y mi motivación seguía
siendo baja. Pero en aquel entonces no tenía twitter, no se si lo tendía
alguien, y la gente pues creíamos a pies puntillas lo que nos decían los
profes, aunque bueno, como en muchas cosas se contradecían, pues casi que no sabíamos
ni a quien creer. Sinceramente cualquier curso, master o grado debería empezar
con la asignatura de metodología de investigación y a partir de ahí, y ya con
herramientas, los alumnos deberían comenzar a debatir. Y de los debates es
donde se saca el conocimiento. Y bueno, no solo debatir.
Mis profesores, en su inmensa mayoría no eran
dietistas-nutricionistas. El tener la carrera o ser DN para nada es una garantía
de conocimiento, ni de ser un profesor motivado, ni de estar actualizado. Pero
es en alguien en el que los alumnos se pueden verse reflejados en mayor medida
que si nuestros profes son químicos, farmas o médicos. De cualquier manera se
necesitan más profes DNs, pero no profes que no han salido de la universidad, sino
profes que saben lo que es la realidad, que saben lo que es el mundo laboral,
que tienen una amplia experiencia tras de sí, que se lo han tenido que currar y
mucho para prosperar. Ellos son los que también deben formar a los alumnos y
orientarlos en su futuro, y también motivarlos, porque sí, tenlo claro, se
puede vivir de la nutrición, se puede ser un gran profesional, se puede ayudar
a cientos de personas incidiendo en su estilo de vida, y sí, tú, estudiante, tu
puedes ayudar a cambiar las cosas.
Agitado por el plan Bolonia, mis objetivos en cuanto a la
carrera cambiaron. Ya no era posible tener la diplomatura en 6 años, tenía que
tenerla en 4 sí o sí, así que tocaba estudiar y coger excedencia. Y ya estaba
en mi último año de carrera. Hasta ahí, no habíamos hecho una dieta, no habíamos
tenido ni una sola asignatura de deporte ni de nutrición en el deporte(ni la
había siquiera como optativa), nada de dietoterapia….pero eso iba a cambiar…era
el último año de carrera y llegaban las dietoterapias, llegaba por lo que
estaba cursando la carrera, lo que me apasionaba, la nutrición clínica. Eso sí,
de metodología de la investigación…na de na.
Y recuerdo ese primer cuatrimestre, copado casi en exclusiva
por Deontología, que más que deontología fue derecho penal. Una asignatura
feísima con una profesora que conseguía tenernos en tensión a todos con sus exámenes
sorpresa y trabajos de fines de semana. No existían fines de semana, eras exclusivos
para sus trabajos sin fin. Casi un cuatrimestre tirado por la borda, excepto
por un debate que organizamos en esa asignatura, bastante chulo, solo recuerdo
trabajo y más trabajo para que hoy día no haya servido de nada.
Y sí, llegaron las dietoterapias. Empecé a buscar en los
tratados de nutrición, empecé a aprender que en nutrición no todo es
matemáticas, aunque las dietas hubiese que cuadrarlas al detalle. Mi profe de
dieto 2, era un antiguo compi y amigo de carrera, Javier. Y aunque seguía al
detalle la nutrición basada en mates, tenía una cosa buena. Podías
ponerle cualquier tratamiento a un paciente, siempre que lo justificaras con
bibliografía. Y eso me gustaba. Estaba un poco harto de las normas fijas del
55-15-30 en el que no te podías pasar del 10% de azúcares simples
(frutas/verduras/lácteos y tb azúcar). Y eso, y juntarme con Jasmina, una buena
amiga que trabajaba como nadie, me hizo contagiarme un poco y por fin tener ese
entusiasmo que me faltaba.
El siguiente año fue el año de las realidades, de las “verdades”
que son realmente las que duelen. Ya había terminado mi diplomatura, pero ahora
tenía la opción de hacer el curso de adaptación a grado. Y me matriculé. Pero
como ya he contado anteriormente en mi blog, empecé a ver las patitas al lobo,
y el lobo es la universidad.
Una semana, o 10 días antes del inicio del curso, nos mandan
un correo. Decía que las leyes en mi comunidad habían cambiado y que nos iban a
hacer pagar una nueva tasa por la convalidación de créditos que iba a resultar
en un aumento de las tasas. De 1.000 euros, el curso de adaptación a grado
pasaría a costar 2.600.
Yo no he cursado nunca con beca, el dinero de mi carrera lo
he pagado con mi sueldo de cartero, y ese dinero era totalmente abusivo para
una universidad pública. Ese aumento desproporcionado era lo más sucio que me había
pasado en la vida. Y bueno, igual que lo era para mi, también lo era para mis
compañeros, y nos movilizamos, salimos en uno de los periódicos locales
más importantes, y pusimos a la universidad en el punto de mira. Y ellos
intentaron alargar los tiempos, hasta que cediéramos. La lucha había comenzado.
Primera movilización |
Recuerdo la presión a la que algunos profes nos sometían,
porque íbamos a clase sin estar matriculados, y nos preguntaban hasta cuando íbamos
a estar así. Recuerdo que le contesté a una de ellas, que yo no iba a pagar
2.600 euros por el curso y que vendría todos los días estuviera matriculado o
no, hasta que llamaran a seguridad para echarme, porque yo quería seguir formándome.
Pero el que la sigue la consigue…y seguimos con nuestras
asambleas, hasta que tuvimos que dar el todo por el todo. Como no teníamos nada
que perder, y sí mucho que ganar, nos dividimos por grupos y cada uno de los
grupos tenía que encargarse de una cosa. Unos prensa, otros radio, otros
televisión, otros negociación, y en asamblea decidimos convocar 5 días
consecutivos de huelga para la siguiente semana y 5 días de encierro y
comunicarlo a todos.
Y así sucedió, y volvimos a poner el foco en la
universidad, salimos en radio y en todos los periódicos locales así como
provinciales. Y tras pasar el comunicado a registro y enterarse de lo que habíamos
preparado también por los medios, el rector decidió por fin ceder en sus
pretensiones y “perdonarnos” 1.200 euros por cabeza. Y sólo pudimos hacerlo
gracias a la unión de todos. No hubo nadie que no viniera a las asambleas y que
no firmara el manifiesto. Actuar así nos dio la
victoria, y las reuniones con vicedecanos y vicerrectores me iluminó sobre la
universidad y sus intereses.
Poco interesa la formación de calidad, interesan tener
alumnos, cuantos más mejor, y dinero cuanto más mejor. Eso es lo que yo vi de
la universidad. Recuerdo la conversación con el actual Decano de mi facultad
hablando sobre el rector que más o menos decía esto: “[el rector] subió las
tasas para recaudar, y lo que se ha encontrado es un curso con 2 matriculados y
una amenaza de huelga y encierro en la universidad”.
Ese año me lo tome como mi año personal. Me esforcé en sacar
buenas notas (aunque el temario no me motivase en exceso), y aprendí una
asignatura que resultaría clave para mi formación futura, metodología. Ahí nos
enseñaron (en general de una manera no muy entretenida) a aprender a aprender.
A formarnos por nosotros mismos y a distinguir entre los distintos tipos de
estudios y su valor en la “science-based-medicine”(nutrition).
Ahí seguí dándome cuenta de cómo funcionaba la universidad.
Y fue cuando salieron unas plazas para un gabinete de nutrición y me informaron
de ello. La verdad es que el sueldo era bastante bajo(bastante inferior al mío),
se trabajaba a jornada partida, y era mucho más lejos de mi casa que en mi
trabajo de cartero, pero me encantaba la nutrición y no me importaba trabajar
más horas por menos dinero y lo intenté.
Y contaba a todo el mundo lo de las plazas que se iban a
abrir, e incluso se lo conté a una profe que venía con una doctoranda, y me dijo
si podía comer con nosotros. Cuando se lo contaba no mostraba ningún
entusiasmo, sino que me miraba algo sería. Era raro en ella. Cuando fue al
aseo, la doctoranda me llamo en privado y me dijo: “he visto que te estás
haciendo ilusiones con esas plazas. Que sepas que las plazas ya están dadas”.
Y sí, la doctoranda tenía razón, las plazas estaban dadas, y
de más de 20 aspirantes, sin siquiera entrevista seleccionaron a los dos
candidatos para el puesto (una de ellas, la doctoranda que me lo advirtió muy
sinceramente). Me indigne y no solo hice una reclamación a la universidad, sino
que anime a hacerla a mis compañeros. Fuimos a registro y que yo sepa a ninguno de nosotros se dignaron en respondernos.
Luego, algunos profesores, en lugar de motivar parecía que
desmotivaban. Me encantaba la nutrición clínica, y realmente salí decepcionado ese año, muy cansado y desgastado de
tanto luchar (y también estudiar). Indignado con muchas cosas. Con ese desinterés
de algunos profes cuando les necesitamos (mande tutorías a todos para pedir
ayuda con lo de las tasas), y sobre todo por esa falta de motivación que solían
trasmitir. Sinceramente no sentí que se reconociera mi trabajo ese año y vi
muchas cosas que, para mi salud mental, hubiese sido mejor no haber visto (ni
siquiera cito a los cursos de nutrición clínica patrocinados por Quinton y su
agua de mar y el gran Danacol que ayuda a reducir al villano colesterol).
A los pocos meses después, recibí el premio extraordinario
por la diplomatura, pero después de pensarlo mucho, decidí no recogerlo. No
quería saber nada con la universidad, no quería darle la mano al rector, no
quería estar con esa gente.
Y mi paso por la universidad a partir de entonces ha sido
testimonial. A algún curso de evidencia, de fibromialgia, a las graduaciones (mientras
tanto algunas preguntas incomodas de los profesores con respuestas más
incomodas de mi parte hacia ellos) y cuando hemos podido, nos hemos pasado a hablar de nutrición
con los alumnos de cuarto curso. Hace un par de años, pudimos hacerlo en clase,
sin que se enterasen los profes (o al menos sin que lo informaran), y el curso
pasado fuimos vetados y tuvimos que hacer el encuentro en exteriores tras conversaciones
algo elevadas de tono con profesores del grado. Mi indignación con la
universidad seguía siendo la misma que en ese último año de carrera. Nada había cambiado.
Y bueno, no puedo deciros si hoy día ha cambiado por fin mi antígua universidad. Tengo amigos que son profes y están bastante actualizados,
pero creo que la trasformación que exige la sociedad, una universidad en las
que se prime a los mejores, en las que se motive y se forme a los futuros
dietistas-nutricionistas, desgraciadamente no ha llegado.
Eso sí, ha surgido una plataforma liderada por mi colega
y gran amigo el Pollito (Carlos Rios). Se nota que Carlos tiene la testosterona
por las nubes y demuestra su indignación con cosas que siguen pasando en la
universidad (y que por lo que parece, seguirán pasando) y que no le gustan ni a
él ni a nadie.
Yo estoy con él en que hay motivos para indignarse y en que no
se cómo, pero tenemos que cambiar las cosas. Estoy con él en que lo de los títulos
importa mucho menos de lo que pensamos, y un buen profesional se distingue de
uno malo, no por el número de cuadros con su nombre que llenan su consulta, sino
por las horas de formación y de actualización que dedican a aprender de los
mejores, estoy de acuerdo en que la nutrición no pueden ser matemáticas, en que
importan más cosas que las calorías, en que por lo que se paga en la
universidad, el alumno debe exigir calidad en la enseñanza y no apuntes basados
en los 90, comparto la indignación que me produce la antigua AEDN, FEDN y
actual academia, sus dirigentes y sus formas, y en que si no se motiva al
estudiante, éste difícilmente saldrá adelante. Estoy de acuerdo al 100% en
esto: “Comentarios y quejas dispersas por todas las universidades no sirven de
nada, necesitamos un plan de actuación y estratégias para empezar a cambiar las
clases”. “El inmovilismo procedente del miedo puede que lo eliminemos si todos
nos sentimos apoyados y juntos en este problema”. “Combatamos la ignorancia con
argumentos, con ciencia”. “La educación debería estar basada en la búsqueda de
preguntas, no en la memorización de respuestas”.
Antes de escribir este post, ayer mismo, di otra oportunidad
más a las universidades proponiendo una jornada debate sobre nutrición. Y sigo viendo, que eso
no interesa a las universidades. Es triste que las universidades españolas
estén a la cola en el mundo en calidad. Es triste que algunas veces, si quieres recibir
buena formación tengas que recurrir a institutos o a cursos privados (icns, nutriscience,
FassThink, centro aleris, etc.).
Mis preguntas son: ¿Estamos dejando la educación
y la formación de calidad solo en manos de quién puede pagarla?¿estamos
abriendo una brecha, alumnos que siguen a divulgadores de nutrición en redes
sociales vs alumnos que solo son informados por la universidad?
Por último si sois estudiantes animaros a uniros a Adinu si
lo hay en vuestra universidad o crearlo en caso contrario, y por supuesto os
animo a no solo estar, sino a compartir y a sumar en el grupo “Educación real
en nutrición”. Pincha aquí para sumarte
Y por último unos consejos a los estudiantes:
Debatir esta bien, dudar esta mejor, pero las formas importan
y mucho. El que el profesor no tenga la verdad absoluta no quiere decir que tú
si la tengas. Debate desde la humildad, y se sagaz y perspicaz. Si hay
profesores que no les gustan tus preguntas, que no les gusta el dialogo, y que
te van a complicar la vida, no pierdas tu tiempo con ellos. Éstos son una lacra
para el sistema. Uniros e informar a Adinu, al decano/a, y cuando tengáis que
evaluarlos no tengáis miedo en suspenderlos.
Muchas veces la motivación en una carrera donde muchos de
los estudiantes están ahí de segundas o de terceras y querían estudiar otra carrera
es mínima o nula. Intenta seleccionar tu grupo de amigos. La gente que desmotiva no te
ayudará. Júntate con los que quieren cambiar el mundo, los que ven el vaso
medio lleno, y los que unen más que dividen.
Las redes sociales son totalmente básicas para estar al día.
Sigue a los mejores y aprende de ellos.
No cometas el error de dividir entre vieja y nueva escuela.
Aprende de todos lo que te expliquen cosas con argumentos. ´
Escucha al profesor,
investiga por tu cuenta, y si hay algo en lo que discrepes, pierde el miedo y
pregunta, aporta. Quizás el profe lo agradezca. En la educación todos debemos
aprender de todos, también el docente de los alumnos.
En la universidad la socialización es básica. Ten tu grupo,
sal, diviértete, pero ten en cuenta que en la vida no te lo van a regalar
todo. El que algo quiere algo le cuesta, y ser un buen profesional requiere
esfuerzos. En la vida hay más que llevarle la contraria al profesor. No seas un
gresca, no dinamites la clase ni crees mal ambiente. Repito: aportar es
enriquecer, y no es reventarle la clase al profesor. Aportando sumamos,
buscando bulla dividimos.
Y hasta aquí el post dedicado a los estudiantes, los que
claramente seréis el futuro de la profesión, los que nos ayudareis a cambiarla
y los que espero nos hagáis que seamos un gremio unido por lo que realmente nos une, la
nutrición y la salud pública.
Impresionante Ruben :)
ResponderEliminar