Bueno, os
prometí un par de post, y un primer post corto. Y hay que cumplir las promesas.
En principio el primer post debía haber sido el anterior, titulado: La lucha,
la entrega y creen en uno mismo hacen posible lo imposible.
Lo diré
pronto para los que no quieran continuar la lectura. Este post no tiene nada
que ver con nutrición. Es cierto que como dice la leyenda de NutriAnarquía, en
este blog se habla de dietética, de dietoterapia, de alimentación y de todo lo
que me apetezca. Hoy toca esto último.
Y toca
revivir un pequeño fragmento de mis vacaciones en el pueblo. Si no me corrigen mis
lectores de Villamuñio (dudo que tenga algun@), aconteció el día 16 de agosto,
sólo un día después de las fiestas patronales de nuestro pueblo.
Aquel día debiera
haber sido un buen día, nuestra casa del pueblo estaba llena, con mis dos pequeños
sobris: Eric y Álvaro, un encanto ellos, con mis primos Kike y Dani, con mis
tías Amor y Mónica y con la perrita más simpática del todo el universo: “lechugina”.
Ese día debían de dar de alta a mi madre en el hospital de la Regla, un
hospital situado en el mismo centro de León, que su fachada nos recuerda más a
una iglesia que a un hospital moderno, pero es que dicha fachada perteneció a
un antiguo palacio de un pueblo ahora casi abandonado debido a la despoblación
rural.
Pero las cosas
muchas veces no suceden como se prevén. Por la mañana fui al hospital a recoger
parte de las pertenencias de mis padres, ya que regresaban a Sahagún de alta.
Comí allí en León con el papi y regresé al pueblo a descansar un rato. Minutos
después de llegar mi padre me llamo, diciéndome que estaban regresando en
ambulancia a Sahagún. Todo iba según lo previsto.
Con Inocencia, mi madre, y mi San Bernardo Porto. |
Una hora
después salí en dirección Sahagún para dejar toda esa ropa y resto de
pertenencias que había recogido en León a mis padres. Cuando llegué mi madre no
paraba de toser, fue el motivo de su ingreso anterior, y para nada estaba
resuelto. Mi padre utiliza la estrategia de dar palmaditas en la espalda a mi
madre, a ver si se le pasaba, pero la pobre, que ya puede hacer por si misma
poco más que respirar, no reaccionaba. Pensamos en dar un tiempo prudencial por
si se resolvía el problema y volver a llamar a la ambulancia.
En ese
tiempo, yo volví al pueblo, y ahí empieza el relato de cómo si luchamos, si
creemos en nosotros mismos, podemos hacer posible lo imposible.
Aparqué en
la puerta de casa, pero antes de entrar escuché mucho bullicio. Como si todo el
pueblo gritara al unísono.
Ni siquiera en las noches con disco móvil u orquesta había ese ruido de fondo. Entré en casa, y sólo estaba mi tía Mónica. Me dijo que la gente se había ido a ver el torneo de pelota a mano. Era la final.
Ni siquiera en las noches con disco móvil u orquesta había ese ruido de fondo. Entré en casa, y sólo estaba mi tía Mónica. Me dijo que la gente se había ido a ver el torneo de pelota a mano. Era la final.
Yo no es que
sea un seguidor enfervorecido de ese deporte, pero sabía que algo debía estar
pasando. Sin pensarlo, salí corriendo hacia el frontón.
Llegué en
poco más de 1 minuto, y rápidamente divisé a mis primos junto con nuestro amigo
Ángel. Había mucha gente en el frontón, pero lo diferente era el ambiente.
Cuando llegué el resultado eran tablas…18 vs 18.
Un par de
días antes, fuimos a jugar a frontenis, deporte que me encanta y que practico
siempre que puedo, y vimos a un chaval practicando pelota. Se llama Joseba y nos
comentó que había sido el ganador de los últimos 5 años del torneo de pelota de
Villamuñio, y justamente, cómo no, era uno de los que estaba disputando dicha
final.
Al llegar rápidamente
vi una cosa rara…había sólo una persona en el equipo rojo. Rápidamente me
instaron a grabar el evento. Y así lo hice, tanto a tanto, menos el último, que
lo grabé, pero no quedó grabado. Dichosos móviles chinos. Menos mal que no fui
el único en grabarlo. Gracias Ale.
Cómo veis
las cosas no se pusieron bien para Gaizka, que además de estar exhausto, y
tener que descansar casi dos o tres minutos después de algún punto largo,
encajo el 18-19, y el posterior 18-20. Por si no lo sabéis los partidos son al
mejor de 22.
Pero el
chaval, después haber jugado sólo en el partido anterior, tuvo la suficiente
fuerza, con el apoyo incondicional del público, que se volcó como si de una
final del mundial fuera, y se repuso y forzó varios errores en el equipo
contrario.
Y tanto a
tanto, poco a poco, fue creciéndose, creyendo en sí mismo, y acercándose a la
victoria. Y los espectadores no podíamos creer lo que estábamos viendo, un chaval
de sólo 20 años en solitario, podía ganar a los campeones de las 5 ediciones
pasadas.
Y así fue, y
fue tremendamente bonito. Todo el pueblo se unió en vítores y abrazos, sabiendo
que seguramente nunca más se volvería a repetir lo sucedido.
Gaizka fue
subido en hombros, y el chaval, majísimo, no rehuyó abrazos ni fotos. Era su
gran día. Todos creímos en él, y el creyó en si mismo. Y supo imponerse a las
adversidades, a sus miedos y temores. Se notaba que amaba ese deporte, amaba ese
juego y ese día, estoy seguro, no hubo un solo hombre en la tierra más feliz
que él.
El creador de NutriAnarquía junto con el campeón de Villamuñio |
También él
nos hizo creer en nosotros mismos. En que, si contamos con el apoyo de la gente
a la que le importamos, en que si creemos en nosotros mismos podremos salir
adelante, podremos realizar nuestros sueños, nuestras aspiraciones, nuestras
metas. Podemos superar adversidades, levantarnos si nos hemos caído, reponernos
ante situaciones dolorosas.
Gracias Gaizka
por tu hazaña, gracias Gaizka por permitirnos volver a creer en nuestros sueños.
Precioso!! Gracias por compartirlo. Qué importante es creer en uno mismo y estar apoyado por gente maravillosa!! Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar Ana y me alegro mucho que te haya gustado.
EliminarComo decia tu abuelito cuando qurria alanar a alguien:estatias en buenos sitios si te quisirran y comrrias buenas codas di te las dieran...yo digo....bonitos recuerdos.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar tita. ;)
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