viernes, 31 de agosto de 2018

Cree en tí, y lucha por tus sueños.



Bueno, os prometí un par de post, y un primer post corto. Y hay que cumplir las promesas. En principio el primer post debía haber sido el anterior, titulado: La lucha, la entrega y creen en uno mismo hacen posible lo imposible.

Lo diré pronto para los que no quieran continuar la lectura. Este post no tiene nada que ver con nutrición. Es cierto que como dice la leyenda de NutriAnarquía, en este blog se habla de dietética, de dietoterapia, de alimentación y de todo lo que me apetezca. Hoy toca esto último.

Y toca revivir un pequeño fragmento de mis vacaciones en el pueblo. Si no me corrigen mis lectores de Villamuñio (dudo que tenga algun@), aconteció el día 16 de agosto, sólo un día después de las fiestas patronales de nuestro pueblo.



Aquel día debiera haber sido un buen día, nuestra casa del pueblo estaba llena, con mis dos pequeños sobris: Eric y Álvaro, un encanto ellos, con mis primos Kike y Dani, con mis tías Amor y Mónica y con la perrita más simpática del todo el universo: “lechugina”. Ese día debían de dar de alta a mi madre en el hospital de la Regla, un hospital situado en el mismo centro de León, que su fachada nos recuerda más a una iglesia que a un hospital moderno, pero es que dicha fachada perteneció a un antiguo palacio de un pueblo ahora casi abandonado debido a la despoblación rural.

Pero las cosas muchas veces no suceden como se prevén. Por la mañana fui al hospital a recoger parte de las pertenencias de mis padres, ya que regresaban a Sahagún de alta. Comí allí en León con el papi y regresé al pueblo a descansar un rato. Minutos después de llegar mi padre me llamo, diciéndome que estaban regresando en ambulancia a Sahagún. Todo iba según lo previsto.

Con Inocencia, mi madre, y mi San Bernardo Porto. 

Una hora después salí en dirección Sahagún para dejar toda esa ropa y resto de pertenencias que había recogido en León a mis padres. Cuando llegué mi madre no paraba de toser, fue el motivo de su ingreso anterior, y para nada estaba resuelto. Mi padre utiliza la estrategia de dar palmaditas en la espalda a mi madre, a ver si se le pasaba, pero la pobre, que ya puede hacer por si misma poco más que respirar, no reaccionaba. Pensamos en dar un tiempo prudencial por si se resolvía el problema y volver a llamar a la ambulancia.

En ese tiempo, yo volví al pueblo, y ahí empieza el relato de cómo si luchamos, si creemos en nosotros mismos, podemos hacer posible lo imposible.

Aparqué en la puerta de casa, pero antes de entrar escuché mucho bullicio. Como si todo el pueblo gritara al unísono.   




Ni siquiera en las noches con disco móvil u orquesta había ese ruido de fondo. Entré en casa, y sólo estaba mi tía Mónica. Me dijo que la gente se había ido a ver el torneo de pelota a mano. Era la final.

Yo no es que sea un seguidor enfervorecido de ese deporte, pero sabía que algo debía estar pasando. Sin pensarlo, salí corriendo hacia el frontón.
Llegué en poco más de 1 minuto, y rápidamente divisé a mis primos junto con nuestro amigo Ángel. Había mucha gente en el frontón, pero lo diferente era el ambiente. Cuando llegué el resultado eran tablas…18 vs 18.
Un par de días antes, fuimos a jugar a frontenis, deporte que me encanta y que practico siempre que puedo, y vimos a un chaval practicando pelota. Se llama Joseba y nos comentó que había sido el ganador de los últimos 5 años del torneo de pelota de Villamuñio, y justamente, cómo no, era uno de los que estaba disputando dicha final.

Al llegar rápidamente vi una cosa rara…había sólo una persona en el equipo rojo. Rápidamente me instaron a grabar el evento. Y así lo hice, tanto a tanto, menos el último, que lo grabé, pero no quedó grabado. Dichosos móviles chinos. Menos mal que no fui el único en grabarlo. Gracias Ale.

Cómo veis las cosas no se pusieron bien para Gaizka, que además de estar exhausto, y tener que descansar casi dos o tres minutos después de algún punto largo, encajo el 18-19, y el posterior 18-20. Por si no lo sabéis los partidos son al mejor de 22.







Pero el chaval, después haber jugado sólo en el partido anterior, tuvo la suficiente fuerza, con el apoyo incondicional del público, que se volcó como si de una final del mundial fuera, y se repuso y forzó varios errores en el equipo contrario.





Y tanto a tanto, poco a poco, fue creciéndose, creyendo en sí mismo, y acercándose a la victoria. Y los espectadores no podíamos creer lo que estábamos viendo, un chaval de sólo 20 años en solitario, podía ganar a los campeones de las 5 ediciones pasadas.



Y así fue, y fue tremendamente bonito. Todo el pueblo se unió en vítores y abrazos, sabiendo que seguramente nunca más se volvería a repetir lo sucedido. 



Gaizka fue subido en hombros, y el chaval, majísimo, no rehuyó abrazos ni fotos. Era su gran día. Todos creímos en él, y el creyó en si mismo. Y supo imponerse a las adversidades, a sus miedos y temores. Se notaba que amaba ese deporte, amaba ese juego y ese día, estoy seguro, no hubo un solo hombre en la tierra más feliz que él.



El creador de NutriAnarquía junto con el campeón de Villamuñio


También él nos hizo creer en nosotros mismos. En que, si contamos con el apoyo de la gente a la que le importamos, en que si creemos en nosotros mismos podremos salir adelante, podremos realizar nuestros sueños, nuestras aspiraciones, nuestras metas. Podemos superar adversidades, levantarnos si nos hemos caído, reponernos ante situaciones dolorosas.
Gracias Gaizka por tu hazaña, gracias Gaizka por permitirnos volver a creer en nuestros sueños.

4 comentarios:

  1. Precioso!! Gracias por compartirlo. Qué importante es creer en uno mismo y estar apoyado por gente maravillosa!! Gracias

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    1. Muchas gracias por comentar Ana y me alegro mucho que te haya gustado.

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  2. Como decia tu abuelito cuando qurria alanar a alguien:estatias en buenos sitios si te quisirran y comrrias buenas codas di te las dieran...yo digo....bonitos recuerdos.

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