Meses después, Nutrianarquía vuelve con la segunda parte del vino. No he sacado
tiempo hasta ahora de terminar este post, pero nunca es tarde si la dicha es
buena. Así que vamos al lío. En primer lugar, decir que el post no tuvo muy
buena acogida por parte de mucha gente, y dio para algún debate en
twitter. Pero mi intención no es caer bien a todo el mundo, ni escribir lo que
la gente quiere leer. Así que volveré a escribir lo que encuentre sobre las
partes que quedaron sin abarcar en el primer post y concluiré lo que a día de
hoy piense.
Otra gente me dijo que esa marabunta de estudio tras estudio es un
rollazo, y que es mejor pillar un buen estudio y hablar sobre él. Pero creo que
es mejor ver estudio tras estudio y observar las tendencias en los resultados.
¿Por qué? Porque conozco bloguers que le han dedicado un post a un estudio en
concreto, cuando todo lo que había publicado contradecía a ese estudio, y se ha
dado la idea de verdad absoluta a una cosa, que estaba lejos de serla.
Quizás mañana pueda pensar otra cosa, porque nunca he sido ni de verdades
absolutas ni de ideas fijas e inamovibles. Si alguien me convence con datos, de
que algo de los datos que presento no son certeros, si salen nuevos estudios
con nuevas evidencias, no tengo ningún problema en cambiar de opinión.
Al toro, en la primera parte vimos una breve historia del vino, sus
componentes, diversos estudios sobre vino y enfermedad cardiovascular, vino y control
de peso, y vino y síndrome metabólico.
En este segundo post, nos adentraremos dentro de la relación entre el
consumo de vino y la salud mental, microbiota, cáncer y la mortalidad total.
Y antes de la conclusión, veremos un popurrí de estudios de vino y algunas
otras cosas.
Vino y salud mental:
A pesar de su pequeño tamaño, el cerebro consume de un 15 a un 20%
del oxigeno que respiramos, lo que lo hace altamente susceptible al estrés
oxidativo (1).
Son muchos los estudios que han mostrado efectos positivos
del vino en la salud mental. Veámoslos con más detalle.
En un estudio en el
que siguieron a las personas por 7 años, los que bebieron vino de forma moderada
puntuaron más alto en los test cognitivos que los que tomaban otro tipo de bebida
alcohólica. En mujeres, de hecho, las
que no bebían nada de alcohol, puntuaban más bajo que las que consumían vino. (2).
En un estudio realizado
en Suecia, con más de 12.000 participantes, se observó que cada gramo adicional
a 1,16 gramos por día se asociaba a una reducción
del riesgo de demencia del 2%. Pero
el superar los 12 gramos de alcohol por día se asociaba con un mayor riesgo. El
consumo moderado de nuevo se observó factor protector (3).
En una cohorte de casi
600 personas de diferentes razas que vivían en Nueva York, se vio una
asociación dosis-respuesta entre el consumo de vino y el volumen total
cerebral, indicando un posible efecto protector
del vino en el cerebro (4).
En otro estudio de
cohorte, en la provincia de Güeldres, en Holanda, se siguió durante 10 años a más
de 2500 participantes de entre 43 y 70 años. El vino tinto, fue asociado a
mejor función cognitiva global, mejor
flexibilidad y memoria con el efecto
más positivo observado en los 1,5 vasos de vino al día (5).
El consumo de vino en
esta cohorte, fue la única bebida alcohólica que se asoció a una protección de la salud mental, lo que
podría indicar, que son los componentes no alcohólicos del vino los que
pudieran ejercer dicha protección.
Aunque, es cierto que no en todos los estudios
se observan resultados tan positivos. Por ejemplo, en una cohorte de 360
pacientes que fueron seguidos por casi 20 años, el consumo de vino no afecto al deterioro cognitivo (6).
En PREDIMED, el estudio de intervención más
grande hecho en España y en Europa con dieta, se observó que el consumo de vino
de 2 a 7 vasos por semana fue asociado de forma significativa con un riesgo un 32% inferior de padecer depresión, aunque un consumo excesivo de alcohol
puede aumentar el riesgo de ésta (7).
De nuevo se observan claras diferencias entre moderación y exceso.
En otro estudio
observacional realizado en Italia a más de 1500 personas, se encontraron
efectos positivos de los polifenoles contra la depresión. El
consumo de vino, de forma específica, se asoció a menor riesgo de síntomas
depresivos (8).
En otra revisión de estudios que abarcaba 19 países, la función mental se redujo más rápidamente en no bebedores que en bebedores moderados (9).
Estudios prospectivos
muestran además un menor riesgo de demencia, de enfermedad de Parkinson y de Alzheimer entre los que beben
vino de forma regular y moderada. (10-13).
Microbiota
Sabemos de los efectos
prebióticos de los polifenoles. Y estos son aplicables
también a los polifenoles que encontramos en el vino. Por ejemplo, 2 vasos de
vino aumentan los niveles de Bifidobacterium y de Enterococcus, comparado con
un consumo de Ginebra que no muestra beneficios (14).
Otra bacteria presumiblemente
beneficiosa para nuestros
intestinos, los Bacteroides, se asociaron de forma positiva al consumo de vino
tinto (15).
Un ensayo clínico
aleatorizado con una muestra de 41 pacientes trató de averiguar los cambios en
los metabolitos fenólicos derivados de la microbiota en las heces (16). Aumentaron 10 compuestos después de que los voluntarios hubiesen
tomado un cuarto de litro de vino al día por un periodo de 1 mes, y el
contenido total de metabolitos fenólicos también aumentó. Se observó una capacidad
diferente de la microbiota intestinal para metabolizar los polifenoles del
vino.
Este mismo grupo de
investigación, realizó otro análisis que mostró que el vino tinto sin alcohol
cambia el contenido de 8 ácidos fenólicos, y que el alcohol no influye
en la formación de los metabolitos fenólicos (17). De nuevo, el vino es mucho más que alcohol.
Se ha estudiado
igualmente la asociación entre vino tinto, estrés oxidativo, inflamación y
poblaciones de microbiota fecal en adultos. En este caso se trato de una
muestra de 38 voluntarios (18). Aquellos
que consumieron 100 ml de vino tinto al día tuvieron menores concentraciones de
malondialdehido que se forma por peroxidación lípidica de acidos grasos
insaturados y es un marcador de la degradación oxidativa de la membrana celular.
Así, un consumo moderado y regular de vino tinto podría reducir la oxidación de
las grasas, en cuyo mecanismo podría
estar implicado la microbiota.
También se ha
investigado si el vino tinto puede protegernos o provocarnos endotoxemia (concentración elevada de
lipopolisacáridos(LPS) en sangre que puede llevar a inflamación, adiposidad, y
a procesos de autoinmunidad). Un alimentación rica en grasas refinadas (sobre
todo saturadas), y/o grasas de mala calidad, aumenta la endotoxemia.
En el estudio, 10 voluntarios fueron aleatorizados
a recibir o bien ginebra, o vino tinto o vino tinto sin alcohol. No se observaron diferencias significativas
entre en las concentraciones de LPS entre los voluntarios (19). Las poblaciones de bifidobacterias y la prevotella crecieron
significativamente y estas bacterias se asociaron a una menos concentración de
LPS.
Otro estudio (20) incluyo 10 pacientes sanos, y otros
10 con síndrome metabólico en el que los participantes o bien consumieron vino
tinto o vino tinto sin alcohol. Entre los pacientes con síndrome metabólico los
polifenoles del vino tinto aumentaron
significativamente el número de lactobacilus, bifidobacterias y bacterias
productoras de ácido butírico (beneficioso para las células del colon), y lo
hicieron a expensas de bacterias
productoras de LPS (bacterias “malas”).
Los cambios en la microbiota
de los pacientes con síndrome metabólico, podrían haber sido los responsables
de su mejoría.
Por último, en otro estudio
(21) se observó en un grupo de 15 jóvenes
voluntarios, que el consumo de vino tinto aumenta
la diversidad de la microbiota medida en heces, comparado con 5 voluntarios
del grupo control que no bebieron vino.
Cáncer
La idea que todos
tenemos de las bebidas alcohólicas y el cáncer hoy día es clara. El alcohol y
el cáncer van de la mano, cualquier dosis de alcohol es un riesgo para contraer cáncer, es el típico
mensaje que se suele divulgar hoy en día entre los nutricionistas.
De hecho, los estudios
han mostrado una asociación entre un
consumo de alcohol elevado (+3 vasos hombres y + de 2
mujeres) y distintos tipos de cáncer
(hígado, intestino, mama, bucal, faringe, laringe, esófago) (22,23). E incluso
en un estudio publicado por Klatsky (24) y colaboradores se observó un aumento
en la incidencia de cáncer incluso con un consumo moderado de alcohol, aunque
en las limitaciones del estudio, los autores comentaron que fue probable que
las personas infraestimaran su consumo, lo que dificultaba hacer conclusiones categóricas
de los resultados.
Pero en la primera parte
de este post, se vio que le vino era mucho más que alcohol, y que tenía cientos
de componentes, luego pensar que el vino es sinónimo de alcohol y nada más,
puede llevarnos a engaños. Así que en lugar de analizar todos los estudios que
relacionan el cáncer con el alcohol, haremos una cosa diferente. Ver los
estudios que tenemos disponibles que relacionen el consumo de vino con el cáncer.
Y los hay, no os creáis
que no. Por ejemplo, en los últimos 5 años hay más de 10 estudios que han sido
publicados y tratan de observar la relación entre el consumo de esta vieja
bebida y el cáncer. ¿Nos sorprenderán los resultados?
Vamos a verlos.
En un estudio sobre el
carcinoma de células basales (25) en el que se utilizaron datos de las
cohortes del estudio de la salud de las enfermeras (NHS y NHSII), con una
muestra de más de 200.000 mujeres, más los datos de más de 40.000 hombres del
estudio de seguimiento a los profesionales sanitarios, se observó que un
aumento en el consumo de vino se asociaba a un mayor riesgo en este tipo de cáncer, aunque en otro estudio de 380 casos
y 390 controles (26) no se encontró tal asociación.
El estudio EPIC, uno
de los estudios prospectivos más importantes hasta la fecha, trató de observar
la relación entre cáncer y alimentación, e investigo la relación entre el
cáncer de vejiga y endometrio y el consumo de vino (27,28). En dicha cohorte no
se encontró relación significativa
entre el consumo de vino y estos tipos de cáncer.
Con respecto al cáncer epitelial de ovarios en un estudio
de casos y controles (29), se observó
que el consumo de vino se asoció a un menor
riesgo, y la protección fue más
fuerte para los que bebieron vino tinto que para los que bebieron blanco.
Respecto al cáncer de cabeza
y cuello, en una cohorte holandesa de más de 120.000 participantes (30), no se encontró asociación
entre el consumo de vino y dichos tipos de cáncer. De hecho, se observó una
protección ante estos tipos de cáncer entre los bebedores moderados de vino,
aunque esta relación no fue significativa. También en otro estudio con una
cohorte de más de 24.000 personas (31),
el consumo de vino fue asociado a menor riesgo de adenocarcinoma en el esófago, aunque igualmente no fue estadísticamente
significativo.
También se ha investigado
la relación entre el consumo de vino y el riesgo de melanoma y otros tipos de cáncer de piel. Se hizo con una muestra de
casi 60.000 mujeres(32) del estudio:
iniciativa de la salud de la mujer (WHI). Tras 10 años de seguimiento las mujeres
que bebían más de 7 bebidas alcohólicas
por semana tenían un mayor riesgo tanto
de melanoma como de otros tipos de cáncer de piel. Y comparando con mujeres no
bebedoras, un mayor consumo a lo largo de la vida de licores o de vino blanco
se asoció igualmente a mayor riesgo. Con los datos de otras cohortes de la que
ya hemos hablado, la del (NHS, NHS II y
la del seguimiento de profesionales de salud) también se observó una mayor relación entre el riesgo de melanoma y el vino blanco (un 13% más por cada vaso
al día) (32-33).
Respecto al cáncer de mama, en un estudio también
con los datos del EPIC (34) y en una
muestra de más de 65000 mujeres francesas, se observó que en las postmenopáusicas, el consumo de vino aumenta el riesgo de cáncer de mama un
33% más, por cada dos vasos de vino al día, comparado con las mujeres abstemias.
En otro estudio se
investigó el papel del alcohol en la prognosis y la supervivencia en pacientes
en fase 3 de cáncer de colon. Un
consumo de vino tinto moderado se asoció con una mayor supervivencia, con menor
tiempo de recurrencia y con supervivencia
libre de la enfermedad. Estos datos no fueron muy distintos de los que se
observaron en otro estudio con más de 3000 pacientes alemanes con cáncer colorectal,
donde los abstemios tuvieron una peor supervivencia global y específica a este
tipo de cáncer (35-37).
¿Es el alcohol del
vino el elemento que podría actuar como protector en este tipo de cáncer? Pues
parece que no, ya que en otro estudio se mostró que un consumo moderado de alcohol
se asoció a un mayor riesgo (no significativo) de cáncer colorectal, aunque los
que consumieron vino tinto, en un
contexto de dieta mediterránea, tuvieron un menor riesgo (38).
Los polifenoles encontrados en el vino,
tales como el resveratrol y la antocianina sí han mostrado actividad anticancerígena inhibiendo la proliferación
celular de este tipo de células e induciendo su muerte (39-41).
Por ello, en general, los
bebedores moderados de vino tienen una menor
mortalidad por cáncer, mientras que los que beben otro tipo de bebida alcohólica
tienen un mayor riesgo (42).
También se han publicado
estudios que han estudiado el efecto de si un vaso de vino antes de las comidas
podría aumentar el apetito en
enfermos de cáncer, ya que, en este tipo de pacientes, es muy común la perdida
de peso y la desnutrición. Pero, no
se encontraron diferencias significativas ni en el apetito ni en el peso (43-44).
Mortalidad total
El consumo de vino
está asociado a menor mortalidad total. En un estudio de 11 años de seguimiento
con más de 13.000 adultos daneses, se observó que los que bebían vino tuvieron menor riesgo de morir que los que tomaban
otras bebidas o los que no bebían ninguna bebida alcohólica (45). Y otro
estudio prospectivo de casi 25.000 personas
(42) de 20 a 98 años mostro
que los que consumían vino de forma moderada
tenían menor mortalidad por
cualquier causa que los que abstemios.
Desde los hallazgos de St Leger, varios
estudios epidemiológicos han encontrado una asociación entre el consumo de vino
y un riesgo reducido de mortalidad
por enfermedad cardiovascular, y mortalidad total tanto en Europa como en los
Estados Unidos (46-49).
También en otros
estudios, se encontró que el consumo de vino se asoció a una mayor reducción del riesgo cardiovascular y
la mortalidad total que el consumo de cerveza y bebidas alcohólicas (50-52).
.
Otros estudios:
En el estudio aleatorizado:
la ingesta de vino tinto en diferentes comidas modula el nivel de LDL oxidado,
la expresión genética oxidativa e inflamatoria en personas sanas (53), se observó como el consumo de vino
reducía la inflamación, y oxidación
del LDL tras una comida en el McDonald’s de forma significativa, y mejoraba
igualmente la oxidación, pero en menor medida, tras una comida mediterránea.
En otro estudio igualmente
se muestra como el vino inhibe la oxidación del colesterol provocada por
los radicales libres (54).
En un pequeño ensayo
clínico se observo que el vino podría prevenir
los efectos negativos vasculares del
tabaco (55).
En varios estudios se
observa como los polifenoles del vino reducen
la expresión de marcadores inflamatorios
(56,57), puede representar una simple
y económica estrategia para reducir la inflamación intestinal (58), es seguro y reduce la calprotectina
(marcador de inflamación intestinal) en pacientes con enfermedad inflamatoria
inactiva (59)(Crohn y Colitis ulcerosa),
que refieren igualmente menor malestar intestinal que con otras bebidas alcohólicas
o azucaradas (60).
En otro estudio se observa una reducción en 16 marcadores de inflamación
con un consumo de vino moderado (61).
En un último estudio realizado en Madrid,
se redujeron los factores pro-inflamatorios en voluntarios sanos y aumentó la
capacidad antioxidante, aun tomándolo en una comida alta en grasas saturadas y azúcar
(62).
Conclusiones
El vino es mucho más que alcohol (63-66), pero su consumo en exceso tiene riesgos. En muchos accidentes
de tráfico, muchos casos de violencia de todo tipo, el alcohol se encuentra
presente, y sí, el vino también contiene alcohol.
La genética puede jugar un importante rol
en el alcoholismo (67). Si en tu
familia hay una historia de alcoholismo, es mejor que evites el alcohol. El 1%
de la población puede ser sensible a los sulfitos (68), que también se encuentran en el vino.
Muchos medicamentos presentan interacciones
con el alcohol, así que evita beber alcohol cuando los consumas.
Aunque algún estudio
ha sugerido que dosis muy pequeñas de alcohol podrían no ser problemáticas para
el feto (69), no se ha establecido
una dosis segura de alcohol para las embarazadas.
Pero no debemos ocultar los datos. Existe
una fuerte posibilidad biológica de que
el vino, y especialmente el vino tinto, tenga un efecto positivo en el organismo. En consonancia con esa premisa,
varios estudios clínicos han encontrado beneficios, en gran parte debido a una reducción en los marcadores inflamatorios, oxidativos y en la prevención de la enfermedad cardiovascular.
Es cierto que se ha
asociado a los bebedores de vino a opciones de estilo de vida más saludables
que aquellos que beben otras bebidas, por lo que el efecto en la salud atribuido
al vino podría deberse a algunos factores
de confusión como que los consumidores de vino tuvieran un mayor estatus
socioeconómico, un comportamiento y una dieta más saludable, menor hábito tabáquico
y menores factores de riesgo ante enfermedades graves.
Por lo tanto, si no tomas vino o no te gusta, tienes
componentes genéticos de alcoholismo, eres sensible a los sulfitos, tomas
medicación que presente interacciones con el alcohol, estás embarazada, vas a
conducir o tienes factores de riesgo de cáncer de mama, no hay razón para que empieces a beber vino. Podrás encontrar polifenoles
en otros alimentos igualmente saludables, como en frutas y en su zumo y en las verduras.
Si eres bebedor o
bebedora, y no presentas estos problemas, consúmelo
siempre en las comidas y de una forma moderada.
Y más importante que un buen vino, escoge una buena compañía, disfruta
del momento, porque, la salud es mucho,
mucho más que una bebida o un alimento.
La prohibición de
alcohol en un condado de USA originó un descenso del 15% en el número de
patentes. Disminuyó la interacción
social y la creatividad,
afectando sobre todo a los hombres (70).
Así mismo, en pequeños
pueblos de Inglaterra cuando cerraba el único pub, a pesar de reducirse el
consumo de alcohol, subía la mortalidad
(71).
Así que para despedir
el año y comenzar uno nuevo, reúnete con los que te quieren y, si os gusta,
descorchar un buen vino y brindad por vuestros deseos. Feliz año a todos y larga vida al vino.
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