El
vino. Sin duda este es uno de los
temas que más me ha interesado desde ya mucho tiempo atrás. Es cierto que tanto
cuando hice el módulo, como en la carrera, allí la influencia de la industria es muy potente, y se veían
carteles de becas del instituto de la cerveza, íbamos a convenciones donde nos
regalaban muchos libritos de las propiedades cardiosaludables de dicha bebida, etc.
etc.
Pero,
luego dejas la universidad, y si estás inmerso en redes sociales, ves un mensaje divulgativo, en general bastante distinto
y muuuucho menos permisivo a la hora de calificar este tipo de bebidas.
Yo
leo mucho en inglés, y siempre me ha parecido curiosas dos o tres cosas que
difieren de la estrategia de divulgación
que utilizan la mayor parte de los divulgadores en nutrición americanos vs españoles. La dieta mediterránea, el zumo exprimido y el vino.
Sinceramente
creo que se hace una mayor defensa de la dieta mediterránea fuera que dentro de
nuestras fronteras. El zumo 100% en
estas tierras ha dejado de ser fruta y ha pasado a ser un sirope que sólo contiene azúcar, y el vino….puahhh, que decir del vino. Todos lo sabéis, no hace falta
que os ponga capturas de cuentas de influencers
en twitter y otras redes sociales. Sinceramente creo que se ha conseguido lo
que muchos han intentado, que un vaso de vino al día, sea visto al mismo nivel
que el tabaco.
Pero,
de verdad, ¿hay suficiente evidencia para pensar esto?
También
es verdad que, aunque yo no sea un bebedor habitual de vino, me ha dado algunas alegrías.
He pasado muy buenos ratos en el pueblo con buenos amigos disfrutando de un verdejo fresquito. Y también conocí a una persona que fue muy importante en mi vida, gracias a un debate por privado en twitter sobre el alcohol, concretamente sobre
el vino. También algunas decepciones,
como que no se escogiera nuestra ponencia-debate sobre el vino en las Jornadas DSP de Sevilla. Lo intentamos,
pero la democracia en este caso nos dejo fuera. Una pena. Aunque gracias a eso
hoy escribo post😜. No hay mal que por bien no venga.
Así
que vamos al tema. Sinceramente creo que este no va a ser un post de estos de
los que a mi me gustan de expresar opiniones, de discrepar, polemizar, y de
llevarse las manos a la cabeza.
Podría polemizar provocando con artículos como este, pero hoy no es el día. |
Serán
datos, datos y más datos. Quiero que
sea una referencia para los que no se quedan con lo simple, para los que
quieren llegar más lejos, saber más, analizar y profundizar críticamente en los
mensajes que nos llegan. ¿Son estos fiables al 100%? ¿Nos están diciendo TODA
la verdad? Tened claro que este post no se ha escrito con el fin de escribir
una verdad absoluta, pero sí con el
objetivo de contar lo que algunos os ocultan.
Ser
críticos, porque seguramente ni a
los de un lado (industria del vino) ni los de otro (no hay bebida alcohólica
sin riesgo para tú salud) les interesa daros un mensaje objetivo, tienen sesgos
e intereses, quizás bastantes. Por mi parte (yo también tengo mis sesgos), intentaré
traer parte de los estudios que hay sobre esta bebida milenaria, el vino, que, sin duda, forma y ha formado parte
de nuestra dieta mediterránea.
El vino forma parte de la cultura mediterránea. Presente en la boda de mis padres. |
Y
lo haré en esperemos no más de dos
entradas, porque no quiero alargarme en exceso, y no se trata de hacer un
tocho insufrible de 7.000 palabras. Y los que queréis que me centre en el tema
del cáncer, tranquil@s, no rehúyo ningún tema. Esperar al siguiente capítulo.
Índice:
Breve
historia
El
vino y sus componentes
Vino
y enfermedad cardiovascular
Vino
y control de peso
Vino
y síndrome metabólico
Breve historia:
Es
cierto que muchas personas piensan que ya nuestros ancestros consumían vino al
tomar uva fermentada de forma natural (1). Pero la más temprana evidencia de
que los seres humanos hicieron vino de forma intencionada, viene del Neolítico. En una muy vieja aldea de
Irán, se encontró un recipiente de bebida con ácido tartárico, que sólo se
encuentra de forma natural en las uvas, y se calcula que este recipiente tiene
más de 7.000 años (2).
Posteriormente
comenzaron a hacer vino la mayoría de los pueblos del sur del Cáucaso, los sirios, los palestinos,
los habitantes de Mesopotamia, los egipcios, y finalmente la mayor parte de los
pueblos mediterráneos (3).
De
hecho, sabemos que, hace más de 2.000
años, el proceso de hacer vino, fue uno de los aspectos que adoptaron los
romanos cuando fueron conquistados por los griegos. Durante el imperio romano, el consumo de vino durante las comidas era lo más
habitual (4).
Sabemos
también que el consumo de vino es una característica de la dieta mediterránea, patrón de alimentación asociado con la
reducción del riesgo en un montón de enfermedades
crónicas (59-63).
Posteriormente
los europeos llevaron el vino a diferentes partes de América, como México y
Sudamérica.
En
el siglo 18, se comenzó a hacer vino en otras zonas del mundo como en
Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda(5). A EEUU el procesado a gran escala del
vino, no llego hasta hace unos 200 años.
El vino y sus componentes:
Aunque
creáis que no, en un vaso de vino no
hay solo agua y alcohol. Hay no muchas, sino muchísimas más sustancias.
Cientos y cientos de ellas. Veamos sus principales componentes, además del
agua.
Etanol: Sí, el vino tiene alcohol. Como resultado de
la fermentación por levaduras, los azúcares de la uva fermentan produciéndose
etanol, y el contenido de esta sustancia varía en cada tipo de vino, y
generalmente se sitúa entre un 10-14% (3).
Azúcares: La glucosa y la fructosa se encuentran en
las uvas, y fermentan en su mayor parte durante el proceso de elaboración del
vino. Pero siempre queda algún azúcar residual que no ha sido fermentado.
Levaduras: Se encuentran de forma natural en la uva, y
es la causante de la fermentación de ésta, produciendo el vino.
Fenoles y Polifenoles: compuestos orgánicos que afectan al gusto, a
la apariencia, al sabor y a la fragancia del vino. Además de en el vino, los
podemos encontrar en el té y el café, en especias, frutas, verduras, cereales y
otros componentes del reino vegetal.
Es
importante saber, que el vino tinto
contiene muchos más polifenoles que el vino blanco (200 mg
por vaso vs 30 mg), hecho que se atribuye a la fermentación del mosto de uva
del vino tinto (6).
Estos
componentes están presentes en todas las partes de la uva, en su pulpa,
semillas, piel y su zumo. La mayor parte de efectos positivos en la salud
atribuidos al vino se atribuyen a los polifenoles, una clase de más de 8.000 componentes producidos, como
dijimos anteriormente por diferentes tipos de plantas. Durante la elaboración
del vino, su fermentación, la exposición al oxígeno, y durante el
envejecimiento en barricas de roble, se produce un cambio en el contenido
fenólico de las uvas, resultando en un producto de mucha mayor complejidad. Por
eso, este tipo de sustancias no se encuentran en el mismo grado en la uva, en
su zumo (mosto), que en el vino (7).
Aunque
los polifenoles se pueden dividir en flavonoides y no flavonoides con sus
diferentes categorías, no vamos a profundizar en eso, sólo decir que el
componente del que más se habla en el vino es del resveratrol, que pertenece al grupo de los no flavonoides (6).
Los
polifenoles pueden beneficiar a
nuestra salud por diferentes
razones, entre ellas, se cree que fermentan en nuestro intestino por nuestros
microorganismos intestinales, creando metabolitos que pueden ser beneficiosos por
su actividad antioxidante (8,9) Pueden
reducir el estrés oxidativo el cual
está detrás de muchas enfermedades, neutralizan los radicales libres, y podrían
incluso contribuir a la mejora de nuestra microbiota (10,11,12). Además, su
consumo se asocia a menor inflamación
y menor oxidación del colesterol
LDL (colesterol "malo"), mayor HDL (colesterol "bueno"), prevención de la
obesidad, del síndrome metabólico, de la diabetes,
etc. (13-23).
Metanol: Este compuesto tóxico también se encuentra
en el vino, pero en muy pequeñas cantidades (0,1-0,2 g/l), y no solo se
encuentra en el vino, sino que también aparece de forma natural en algunas
frutas, verduras y sus zumos (3).
Aldehídos, otros alcoholes y ácidos. Los azúcares de la uva también se
metabolizan en otros alcoholes, esteres y aldehídos, contribuyendo a la
naturaleza tan compleja del vino, que como habéis visto lejos está de ser solo
agua y alcohol, como quieren hacernos pensar algunos.
Vino y enfermedad cardiovascular:
Seguramente
todos conoceréis la paradoja francesa.
Este término fue acuñado por primera vez en 1992, por parte de Renaud y
Lorgeril. Francia es uno de los países
que tiene un mayor consumo de grasas saturadas (sobre todo grasa láctea), y a
pesar de eso es un país con unas tasas de enfermedad cardiovascular bastante
bajas. Muchos científicos han atribuido este hecho al consumo de vino por parte
de su población, aunque es cierto, que otros lo han atribuido a las bebidas
alcohólicas en general, y otros a distintas variables (19).
Vino español y vino francés |
Pero
veamos qué nos dicen los estudios
publicados en los últimos diez años sobre el vino y la enfermedad
cardiovascular.
En
un estudio (24), en el que se analizaba a 6937 pacientes con enfermedad
cardiaca, un vaso de vino al día se
asoció a una mejor salud, menores
síntomas depresivos y menor inflamación vascular.
En
otro estudio, esta vez de Levantesi y colaboradores (25) realizado en 1248
personas que habían sufrido un infarto de miocardio, un consumo moderado de
vino (menos de 500 ml/día) se asoció con una mejor salud cardiovascular y menor mortalidad, comparado
con no beber nada, tras tres años y medio de seguimiento.
En
el seguimiento de 449 médicos jubilados de una edad media de 75 años (26), se
observó una asociación en J para la mortalidad, con una menor mortalidad en los hombres que tomaron una o dos bebidas
alcohólicas al día, independientemente de si esta era vino, cerveza o licor.
En
otro estudio realizado por Apostolidou y colaboradores (27) se investigó los
efectos del consumo moderado de vino en 40 individuos con hipercolesterolemia.
Las mujeres consumieron 125 ml de vino, y los hombres 250, o una bebida placebo
durante un mes. Se mejoró la capacidad antioxidante
en los pacientes, y el ratio LDL/HDL, lo que podría contribuir a prevención de eventos cardiovasculares.
Chiu
y colaboradores (28) también analizaron el efecto del consumo de vino en 23
pacientes con hipercolesterolemia (250 ml/día) durante 10 semanas. Como resultado
mejoró igualmente la capacidad antioxidante,
reduciéndose la oxidación del colesterol LDL.
El
papel del vino en la agregación plaquetaria se investigó en un pequeño estudio
con 12 voluntarios sanos (29). Éstos consumieron una comida junto con agua, vino
tinto, vino blanco o alcohol. La inhibición
plaquetaria fue mayor en el vino
tinto comparado con el alcohol, y con el agua, mientras que los triglicéridos
solo aumentaron con el alcohol, mientras que se redujeron con el vino blanco y
con el tinto.
En
pacientes con aterosclerosis carotídea (30), la combinación de una dieta
mediterránea rica en polifenoles, junto con un consumo moderado de vino (100
ml/mujeres; 200 ml/hombres), y actividad física (30 min/día) por 20 semanas no
afectó a la velocidad del flujo sanguíneo de la carótida interna y arteria
cerebral media, sin embargo, se mejoró
el ratio LDL/HDL de los participantes.
En
otro ensayo clínico aleatorizado [Vino Veritas] (31) se investigó el efecto del
vino tinto y blanco en la ateroesclerosis. 157 participantes tomaron o bien
vino tinto o blanco durante 1 año. Después de este tiempo, el colesterol LDL se redujo en ambos
grupos, mientras el colesterol total lo hizo sólo en el grupo del vino tinto.
Los vinos de mi despensa |
En
pacientes con diabetes tipo 2, Blomster y colaboradores (32) realizaron un
estudio para investigar el papel del consumo moderado de alcohol en su salud
cardiovascular. Tras 5 años de seguimiento, los que consumieron alcohol de
forma moderada tuvieron menos eventos
cardiovasculares que los que no consumieron alcohol. Los que más se
beneficiaron de esto fueron los que consumieron vino.
De
hecho, la ingesta regular de vino se ha observado como beneficioso en la
diabetes tipo 2. Un consumo de ligero a moderado aumenta la sensibilidad a la insulina. Dicho aumento se encuentra
asociado con un mayor colesterol HDL y de niveles de apolipoproteína A1,
principal componente proteico de las partículas de HDL en plasma (33-37).
En
revisión de Fernández-Solá (38) se observa una relación en forma de U entre el
consumo de alcohol (principalmente vino y cerveza) y la enfermedad
cardiovascular. En base a este análisis la reducción
de este tipo de enfermedad y de la mortalidad se asoció sólo con las
personas que tenían un consumo bajo o moderado frente a los abstemios o que no
bebían ningún tipo de bebida alcohólica en absoluto.
Aunque
existe una clara relación inversa
entre el consumo de alcohol y el de riesgo cardiovascular documentada en
numerosos estudios epidemiológicos (19,43), existe un debate sobre si el
mismo alcohol es el que puede proporcionar ciertos beneficios cardiovasculares.
Por un lado, podemos ver los argumentos de Rehm y colaboradores (38,39) quienes
argumentan que el consumo de alcohol aumenta
el riesgo de enfermedades crónicas,
y que altas dosis de alcohol perjudican la salud cardiovascular, aumentando el
riesgo de arritmia, muerte súbita cardiaca, miocardiopatía alcohólica e
hipertensión.
En
cuanto al vino, Grønbæk (40) mostró que, en una cohorte danesa, la mortalidad por cardiopatía isquémica disminuía
en unos niveles de consumo estable, y que el vino confiere un mayor efecto
protector que la ingesta de cerveza o licores. En las poblaciones de Oakland y
San Francisco (41), se mostró igualmente que los bebedores ligeros tenían un riesgo bajo de cardiopatía isquémica,
con la mayor reducción observada en las poblaciones de mayor edad. Los
investigadores mostraron además que el consumo de vino se asoció con una
reducción significativa de la mortalidad cardiovascular, sin que dicha
correlación fuese observada para cerveza o licores.
Verdejo, mi blanco preferido |
Se informaron asociaciones inversas significativas para las 3 bebidas
alcohólicas, (42) especialmente el vino, aunque con limitaciones, debido al
diseño y el tipo de estudio. Hubo poblaciones en las que el consumo de un solo
tipo de bebida prevaleció sobre otro, y en la mayoría de los casos, el vino confirió el mayor efecto.
Los
patrones de consumo, las características del estilo de vida, la ingesta
dietética y otros factores de riesgo variaron en las poblaciones estudiadas;
por lo tanto, estas podrían ser posibles variables de confusión para tales
asociaciones. Además, existen inconsistencias metodológicas presentes en muchos
de los estudios que hacen que sea difícil extraer interpretaciones con respecto
a un tipo específico de bebida alcohólica que proporcione efectos cardioprotectores, por lo que simplemente apoyan, que el consumo de alcohol, en conjunto, se
relaciona con una reducción en el riesgo de cardiopatía isquémica, siempre y
cuando no se consuma en exceso (43).
Vino y control de peso.
He
encontrado 5 estudios recientes que han investigado la posible relación entre
el consumo de vino y la ganancia de peso.
En
los dos primeros estudios de Golan y Gepner (44,45) el consumo de vino no afectó al peso de pacientes con
diabetes tipo 2 tras iniciar su consumo y mantenerlo durante 2 años. Otro
estudio realizado en hombres, tampoco pudo mostrar una relación entre el
consumo de vino y el aumento de peso corporal (46).
Sin embargo, los
participantes de mediana edad, en la Cohorte de Melbourne (47) tuvieron un menor riesgo de aumentar su circunferencia
abdominal y su peso cuando bebieron de bajas a moderadas cantidades de
alcohol, incluyendo vino. De hecho, el índice de masa corporal medio fue menor
entre los que bebían vino que en los que no tomaban ningún tipo de bebida
alcohólica. Y también se asoció el consumo de vino a una menor circunferencia abdominal en un estudio de seguimiento realizado
por Dumesnil en más de 7.500 hombres. (48).
Consumo de vino y síndrome metabólico
Con
respecto al consumo de vino y síndrome metabólico, comentaremos 8 de los
últimos estudios sobre el tema (49).
Comenzaremos
con PREDIMED (50), el estudio más importante sobre alimentación y enfermedad
cardiovascular llevado a cabo en España. Comparado con los no bebedores, los
participantes que tomaban un vaso o más de vino tinto al día presentaron un riesgo un 44% menor de tener síndrome
metabólico, un 41% de menor riesgo de circunferencia abdominal, un riesgo un
72% menor de hipertensión arterial. Esto se observó en mayor medida en
mujeres, en pacientes con menos de 70 años y en fumadores.
En
otro estudio 67 hombres con un alto riesgo cardiovascular (51) fueron
aleatorizados a recibir vino tinto (30 g alcohol/día), el equivalente en vino
sin alcohol, o ginebra (30 g de alcohol/día) por 4 semanas. Tras las 4 semanas
la resistencia a la insulina se redujo tanto en el vino tinto, como en el vino
tinto sin alcohol, indicando el papel beneficioso de los polifenoles en la sensibilidad a la insulina.
En
otro estudio (52) con pacientes con diabetes tipo 2 y que no bebían previamente
alcohol, fueron divididos al azar en tres grupos, en uno se le daban 150 ml de
agua, en otro 150 ml de vino blanco y al tercero 150 ml de tinto, todo en la
cena y durante dos años, junto con una dieta mediterránea. El vino tinto
aumento el HDL y la apolipoproteína A1 y redujo el ratio colesterol total/HDL.
Cuando
se tuvieron en cuenta los genotipos en el metabolismo del alcohol, se observo
que los metabolizadores lentos del
alcohol se beneficiaban de un mejor
control glucémico comparados con los que lo metabolizaban rápidamente. Así,
según los autores, la iniciación a la ingesta moderada de vino tinto podría
ayudar a reducir el riesgo cardiometabólico en pacientes con diabetes tipo 2, y
respecto al control glucémico parece que tanto el alcohol, como los
constituyentes no alcohólicos del vino podrían ser beneficiosos, aunque es cierto
que en este estudio no se observan mejoras en la presión arterial, función
hepática, adiposidad, etc.
Respecto
a estudios de seguimiento a una cohorte poblacional, tenemos el estudio de los
latinos (53), en los que los datos de más de 15.000 participantes mostraron que
tanto un bajo como un consumo moderado de vino estaba asociado a menores tasas de síndrome metabólico
comparado con los abstemios.
En
el estudio ELSA (54) realizado en Brasil, también se asoció una ingesta de vino
de 1 a 4 bebidas por semana a menores
tasas de síndrome metabólico.
Otro
estudio de este tipo, llamado LifeLines (55) igualmente asoció al vino a un menor riesgo de síndrome metabólico.
En
otro estudio de cohortes (56) se trató de relacionar sin éxito el consumo de
vino y el riesgo de síndrome metabólico en personas jóvenes (media de 35 años).
Por
último, en otro estudio de cohortes, en este caso con datos del EPIC (57) se
evaluó el riesgo de padecer diabetes entre los consumidores de vino en más de
66.000 mujeres. Entre las mujeres con sobrepeso el consumo de vino fue asociado negativamente con el riesgo de diabetes en un consumo de dos
o más ingestas/día comparados con los que se abstuvieron del alcohol.
Pues
no os doy más la tabarra con mil y un estudios sobre el tema. En el próximo post
más cosas y puede que las conclusiones. Por el momento, creo que queda
medianamente claro que el vino, y especialmente el vino tinto, es mucho más que
agua con alcohol.
Y
dejo que la despedida de esta primera parte la haga Michael Pollan (58): “Toma una copa de vino con la cena: Beber un poco todos los días, es mejor que beber mucho el fin de semana,
y beber con las comidas, es mejor que
beber con el estómago vacío. Puede que algún día la ciencia descubra qué
complejas sinergias actúan en las dietas tradicionales que contienen alcohol,
pero hasta entonces, podemos dejarnos cautivar por la sabiduría popular … y brindar por esa paradoja”.
A
vuestra salud, lectores.
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Que piensas de la capacidad adictiva...
ResponderEliminarDe la posibilidad de manejar moderación...
Los cambios de conducta que produce...
Los accidentes de trafico...
Lo recomendarías como beneficioso a la población general...o dejarias para el "arte" del uno a uno del concultorio?
Muy buena nota!!
Esteban....muuuuchas preguntas. Jajajajja, la mayoría las dejaré para el segundo post, y creo que este mes andaré liadillo, pero prometo publicarlo. Pero te responderé a la última. Informaría a la población general de lo bueno y de lo malo, pero no me gustan las recomendaciones generales. "Hay que comer muchos lácteos para los huesos, las legumbres son super sanas, comamoslas todos los días, los cereales integrales/o no integrales han de ser la base de la alimentación y si tomas 11 raciones al día, mejor que si tomas 6. Todo esto no me gusta mucho la verdad. Contexto e individualización.
EliminarUn fuerte abrazo Esteban.
podría ser la conclusión la cita de Pollan. Me apunto.
ResponderEliminarP D.Como te pareces a tu madre😃
Te apuntas al brindis??? jajajja, pues habrá que quedar para hacerlo. Si te animas, te espero por Guardamar del Segura Jesus. Y sí, todo el mundo lo dice. No hay duda de que mi madre, es mi madre. Un abrazote Jesus.
EliminarMuy buen artículo, y muy currado, me ha gustado mucho!!��
ResponderEliminarMUCHAS gracias Ana. ;)
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