martes, 25 de diciembre de 2018

El vino. ¿Verdades, mentiras, o verdades a medias? Parte Final



Meses después, Nutrianarquía vuelve con la segunda parte del vino. No he sacado tiempo hasta ahora de terminar este post, pero nunca es tarde si la dicha es buena. Así que vamos al lío. En primer lugar, decir que el post no tuvo muy buena acogida por parte de mucha gente, y dio para algún debate en twitter. Pero mi intención no es caer bien a todo el mundo, ni escribir lo que la gente quiere leer. Así que volveré a escribir lo que encuentre sobre las partes que quedaron sin abarcar en el primer post y concluiré lo que a día de hoy piense.



Otra gente me dijo que esa marabunta de estudio tras estudio es un rollazo, y que es mejor pillar un buen estudio y hablar sobre él. Pero creo que es mejor ver estudio tras estudio y observar las tendencias en los resultados. ¿Por qué? Porque conozco bloguers que le han dedicado un post a un estudio en concreto, cuando todo lo que había publicado contradecía a ese estudio, y se ha dado la idea de verdad absoluta a una cosa, que estaba lejos de serla.

Quizás mañana pueda pensar otra cosa, porque nunca he sido ni de verdades absolutas ni de ideas fijas e inamovibles. Si alguien me convence con datos, de que algo de los datos que presento no son certeros, si salen nuevos estudios con nuevas evidencias, no tengo ningún problema en cambiar de opinión.

Al toro, en la primera parte vimos una breve historia del vino, sus componentes, diversos estudios sobre vino y enfermedad cardiovascular, vino y control de peso, y vino y síndrome metabólico.

En este segundo post, nos adentraremos dentro de la relación entre el consumo de vino y la salud mental, microbiota, cáncer y la mortalidad total. Y antes de la conclusión, veremos un popurrí de estudios de vino y algunas otras cosas.



Vino y salud mental:

A pesar de su pequeño tamaño, el cerebro consume de un 15 a un 20% del oxigeno que respiramos, lo que lo hace altamente susceptible al estrés oxidativo (1).  

Son muchos los estudios que han mostrado efectos positivos del vino en la salud mental. Veámoslos con más detalle.

En un estudio en el que siguieron a las personas por 7 años, los que bebieron vino de forma moderada puntuaron más alto en los test cognitivos que los que tomaban otro tipo de bebida alcohólica.  En mujeres, de hecho, las que no bebían nada de alcohol, puntuaban más bajo que las que consumían vino. (2).

En un estudio realizado en Suecia, con más de 12.000 participantes, se observó que cada gramo adicional a 1,16 gramos por día se asociaba a una reducción del riesgo de demencia del 2%. Pero el superar los 12 gramos de alcohol por día se asociaba con un mayor riesgo. El consumo moderado de nuevo se observó factor protector (3).

En una cohorte de casi 600 personas de diferentes razas que vivían en Nueva York, se vio una asociación dosis-respuesta entre el consumo de vino y el volumen total cerebral, indicando un posible efecto protector del vino en el cerebro (4).

En otro estudio de cohorte, en la provincia de Güeldres, en Holanda, se siguió durante 10 años a más de 2500 participantes de entre 43 y 70 años. El vino tinto, fue asociado a mejor función cognitiva global, mejor flexibilidad y memoria con el efecto más positivo observado en los 1,5 vasos de vino al día (5).

El consumo de vino en esta cohorte, fue la única bebida alcohólica que se asoció a una protección de la salud mental, lo que podría indicar, que son los componentes no alcohólicos del vino los que pudieran ejercer dicha protección.

 Aunque, es cierto que no en todos los estudios se observan resultados tan positivos. Por ejemplo, en una cohorte de 360 pacientes que fueron seguidos por casi 20 años, el consumo de vino no afecto al deterioro cognitivo (6).

En PREDIMED, el estudio de intervención más grande hecho en España y en Europa con dieta, se observó que el consumo de vino de 2 a 7 vasos por semana fue asociado de forma significativa con un riesgo un 32% inferior de padecer depresión, aunque un consumo excesivo de alcohol puede aumentar el riesgo de ésta (7). De nuevo se observan claras diferencias entre moderación y exceso.  

En otro estudio observacional realizado en Italia a más de 1500 personas, se encontraron efectos positivos de los polifenoles contra la depresión. El consumo de vino, de forma específica, se asoció a menor riesgo de síntomas depresivos (8).

En otra revisión de estudios que abarcaba 19 países, la función mental se redujo más rápidamente en no bebedores que en bebedores moderados (9).

Estudios prospectivos muestran además un menor riesgo de demencia, de enfermedad de Parkinson y de Alzheimer entre los que beben vino de forma regular y moderada. (10-13).




Microbiota

Sabemos de los efectos prebióticos de los polifenoles. Y estos son aplicables también a los polifenoles que encontramos en el vino. Por ejemplo, 2 vasos de vino aumentan los niveles de Bifidobacterium y de Enterococcus, comparado con un consumo de Ginebra que no muestra beneficios (14).

Otra bacteria presumiblemente beneficiosa para nuestros intestinos, los Bacteroides, se asociaron de forma positiva al consumo de vino tinto (15).

Un ensayo clínico aleatorizado con una muestra de 41 pacientes trató de averiguar los cambios en los metabolitos fenólicos derivados de la microbiota en las heces (16). Aumentaron 10 compuestos después de que los voluntarios hubiesen tomado un cuarto de litro de vino al día por un periodo de 1 mes, y el contenido total de metabolitos fenólicos también aumentó. Se observó una capacidad diferente de la microbiota intestinal para metabolizar los polifenoles del vino.

Este mismo grupo de investigación, realizó otro análisis que mostró que el vino tinto sin alcohol cambia el contenido de 8 ácidos fenólicos, y que el alcohol no influye en la formación de los metabolitos fenólicos (17). De nuevo, el vino es mucho más que alcohol.

Se ha estudiado igualmente la asociación entre vino tinto, estrés oxidativo, inflamación y poblaciones de microbiota fecal en adultos. En este caso se trato de una muestra de 38 voluntarios (18). Aquellos que consumieron 100 ml de vino tinto al día tuvieron menores concentraciones de malondialdehido que se forma por peroxidación lípidica de acidos grasos insaturados y es un marcador de la degradación oxidativa de la membrana celular. Así, un consumo moderado y regular de vino tinto podría reducir la oxidación de las grasas, en cuyo mecanismo podría estar implicado la microbiota.

También se ha investigado si el vino tinto puede protegernos o provocarnos endotoxemia (concentración elevada de lipopolisacáridos(LPS) en sangre que puede llevar a inflamación, adiposidad, y a procesos de autoinmunidad). Un alimentación rica en grasas refinadas (sobre todo saturadas), y/o grasas de mala calidad, aumenta la endotoxemia.

 En el estudio, 10 voluntarios fueron aleatorizados a recibir o bien ginebra, o vino tinto o vino tinto sin alcohol. No se observaron diferencias significativas entre en las concentraciones de LPS entre los voluntarios (19). Las poblaciones de bifidobacterias y la prevotella crecieron significativamente y estas bacterias se asociaron a una menos concentración de LPS.

Otro estudio (20) incluyo 10 pacientes sanos, y otros 10 con síndrome metabólico en el que los participantes o bien consumieron vino tinto o vino tinto sin alcohol. Entre los pacientes con síndrome metabólico los polifenoles del vino tinto aumentaron significativamente el número de lactobacilus, bifidobacterias y bacterias productoras de ácido butírico (beneficioso para las células del colon), y lo hicieron a expensas de bacterias productoras de LPS (bacterias “malas”).  Los cambios en la microbiota de los pacientes con síndrome metabólico, podrían haber sido los responsables de su mejoría.

Por último, en otro estudio (21) se observó en un grupo de 15 jóvenes voluntarios, que el consumo de vino tinto aumenta la diversidad de la microbiota medida en heces, comparado con 5 voluntarios del grupo control que no bebieron vino.



Cáncer

La idea que todos tenemos de las bebidas alcohólicas y el cáncer hoy día es clara. El alcohol y el cáncer van de la mano, cualquier dosis de alcohol es un riesgo para contraer cáncer, es el típico mensaje que se suele divulgar hoy en día entre los nutricionistas.

De hecho, los estudios han mostrado una asociación entre un consumo de alcohol elevado (+3 vasos hombres y + de 2 mujeres) y distintos tipos de cáncer (hígado, intestino, mama, bucal, faringe, laringe, esófago) (22,23). E incluso en un estudio publicado por Klatsky (24) y colaboradores se observó un aumento en la incidencia de cáncer incluso con un consumo moderado de alcohol, aunque en las limitaciones del estudio, los autores comentaron que fue probable que las personas infraestimaran su consumo, lo que dificultaba hacer conclusiones categóricas de los resultados.

Pero en la primera parte de este post, se vio que le vino era mucho más que alcohol, y que tenía cientos de componentes, luego pensar que el vino es sinónimo de alcohol y nada más, puede llevarnos a engaños. Así que en lugar de analizar todos los estudios que relacionan el cáncer con el alcohol, haremos una cosa diferente. Ver los estudios que tenemos disponibles que relacionen el consumo de vino con el cáncer.

Y los hay, no os creáis que no. Por ejemplo, en los últimos 5 años hay más de 10 estudios que han sido publicados y tratan de observar la relación entre el consumo de esta vieja bebida y el cáncer. ¿Nos sorprenderán los resultados?
Vamos a verlos.

En un estudio sobre el carcinoma de células basales (25) en el que se utilizaron datos de las cohortes del estudio de la salud de las enfermeras (NHS y NHSII), con una muestra de más de 200.000 mujeres, más los datos de más de 40.000 hombres del estudio de seguimiento a los profesionales sanitarios, se observó que un aumento en el consumo de vino se asociaba a un mayor riesgo en este tipo de cáncer, aunque en otro estudio de 380 casos y 390 controles (26) no se encontró tal asociación.

El estudio EPIC, uno de los estudios prospectivos más importantes hasta la fecha, trató de observar la relación entre cáncer y alimentación, e investigo la relación entre el cáncer de vejiga y endometrio y el consumo de vino (27,28). En dicha cohorte no se encontró relación significativa entre el consumo de vino y estos tipos de cáncer.

Con respecto al cáncer epitelial de ovarios en un estudio de casos y controles (29), se observó que el consumo de vino se asoció a un menor riesgo, y la protección fue más fuerte para los que bebieron vino tinto que para los que bebieron blanco.

Respecto al cáncer de cabeza y cuello, en una cohorte holandesa de más de 120.000 participantes (30), no se encontró asociación entre el consumo de vino y dichos tipos de cáncer. De hecho, se observó una protección ante estos tipos de cáncer entre los bebedores moderados de vino, aunque esta relación no fue significativa. También en otro estudio con una cohorte de más de 24.000 personas (31), el consumo de vino fue asociado a menor riesgo de adenocarcinoma en el esófago, aunque igualmente no fue estadísticamente significativo.

También se ha investigado la relación entre el consumo de vino y el riesgo de melanoma y otros tipos de cáncer de piel. Se hizo con una muestra de casi 60.000 mujeres(32) del estudio: iniciativa de la salud de la mujer (WHI). Tras 10 años de seguimiento las mujeres que bebían más de 7 bebidas alcohólicas por semana tenían un mayor riesgo tanto de melanoma como de otros tipos de cáncer de piel. Y comparando con mujeres no bebedoras, un mayor consumo a lo largo de la vida de licores o de vino blanco se asoció igualmente a mayor riesgo. Con los datos de otras cohortes de la que ya hemos hablado, la del  (NHS, NHS II y la del seguimiento de profesionales de salud) también se observó una mayor relación entre el riesgo de melanoma y el vino blanco (un 13% más por cada vaso al día) (32-33).

Respecto al cáncer de mama, en un estudio también con los datos del EPIC (34) y en una muestra de más de 65000 mujeres francesas, se observó que en las postmenopáusicas, el consumo de vino aumenta el riesgo de cáncer de mama un 33% más, por cada dos vasos de vino al día, comparado con las mujeres abstemias.

En otro estudio se investigó el papel del alcohol en la prognosis y la supervivencia en pacientes en fase 3 de cáncer de colon. Un consumo de vino tinto moderado se asoció con una mayor supervivencia, con menor tiempo de recurrencia y con supervivencia libre de la enfermedad. Estos datos no fueron muy distintos de los que se observaron en otro estudio con más de 3000 pacientes alemanes con cáncer colorectal, donde los abstemios tuvieron una peor supervivencia global y específica a este tipo de cáncer (35-37).

¿Es el alcohol del vino el elemento que podría actuar como protector en este tipo de cáncer? Pues parece que no, ya que en otro estudio se mostró que un consumo moderado de alcohol se asoció a un mayor riesgo (no significativo) de cáncer colorectal, aunque los que consumieron vino tinto, en un contexto de dieta mediterránea, tuvieron un menor riesgo (38).

Los polifenoles encontrados en el vino, tales como el resveratrol y la antocianina sí han mostrado actividad anticancerígena inhibiendo la proliferación celular de este tipo de células e induciendo su muerte (39-41).

Por ello, en general, los bebedores moderados de vino tienen una menor mortalidad por cáncer, mientras que los que beben otro tipo de bebida alcohólica tienen un mayor riesgo (42).

También se han publicado estudios que han estudiado el efecto de si un vaso de vino antes de las comidas podría aumentar el apetito en enfermos de cáncer, ya que, en este tipo de pacientes, es muy común la perdida de peso y la desnutrición. Pero, no se encontraron diferencias significativas ni en el apetito ni en el peso (43-44).



Mortalidad total

El consumo de vino está asociado a menor mortalidad total. En un estudio de 11 años de seguimiento con más de 13.000 adultos daneses, se observó que los que bebían vino tuvieron menor riesgo de morir que los que tomaban otras bebidas o los que no bebían ninguna bebida alcohólica (45).   Y otro estudio prospectivo de casi 25.000 personas
(42) de 20 a 98 años mostro que los que consumían vino de forma moderada tenían menor mortalidad por cualquier causa que los que abstemios.


 Desde los hallazgos de St Leger, varios estudios epidemiológicos han encontrado una asociación entre el consumo de vino y un riesgo reducido de mortalidad por enfermedad cardiovascular, y mortalidad total tanto en Europa como en los Estados Unidos (46-49).

También en otros estudios, se encontró que el consumo de vino se asoció a una mayor reducción del riesgo cardiovascular y la mortalidad total que el consumo de cerveza y bebidas alcohólicas (50-52).

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Otros estudios:

En el estudio aleatorizado: la ingesta de vino tinto en diferentes comidas modula el nivel de LDL oxidado, la expresión genética oxidativa e inflamatoria en personas sanas (53), se observó como el consumo de vino reducía la inflamación, y oxidación del LDL tras una comida en el McDonald’s de forma significativa, y mejoraba igualmente la oxidación, pero en menor medida, tras una comida mediterránea.



En otro estudio igualmente se muestra como el vino inhibe la oxidación del colesterol provocada por los radicales libres (54).

En un pequeño ensayo clínico se observo que el vino podría prevenir los efectos negativos vasculares del tabaco (55).

En varios estudios se observa como los polifenoles del vino reducen la expresión de marcadores inflamatorios (56,57), puede representar una simple y económica estrategia para reducir la inflamación intestinal (58), es seguro y reduce la calprotectina (marcador de inflamación intestinal) en pacientes con enfermedad inflamatoria inactiva (59)(Crohn y Colitis ulcerosa), que refieren igualmente menor malestar intestinal que con otras bebidas alcohólicas o azucaradas (60).

 En otro estudio se observa una reducción en 16 marcadores de inflamación con un consumo de vino moderado (61).  En un último estudio realizado en Madrid, se redujeron los factores pro-inflamatorios en voluntarios sanos y aumentó la capacidad antioxidante, aun tomándolo en una comida alta en grasas saturadas y azúcar (62).




Conclusiones

El vino es mucho más que alcohol (63-66), pero su consumo en exceso tiene riesgos. En muchos accidentes de tráfico, muchos casos de violencia de todo tipo, el alcohol se encuentra presente, y sí, el vino también contiene alcohol.

La genética puede jugar un importante rol en el alcoholismo (67). Si en tu familia hay una historia de alcoholismo, es mejor que evites el alcohol. El 1% de la población puede ser sensible a los sulfitos (68), que también se encuentran en el vino.

Muchos medicamentos presentan interacciones con el alcohol, así que evita beber alcohol cuando los consumas.

Aunque algún estudio ha sugerido que dosis muy pequeñas de alcohol podrían no ser problemáticas para el feto (69), no se ha establecido una dosis segura de alcohol para las embarazadas.




Pero no debemos ocultar los datos. Existe una fuerte posibilidad biológica de que el vino, y especialmente el vino tinto, tenga un efecto positivo en el organismo. En consonancia con esa premisa, varios estudios clínicos han encontrado beneficios, en gran parte debido a una reducción en los marcadores inflamatorios, oxidativos y en la prevención de la enfermedad cardiovascular.

Es cierto que se ha asociado a los bebedores de vino a opciones de estilo de vida más saludables que aquellos que beben otras bebidas, por lo que el efecto en la salud atribuido al vino podría deberse a algunos factores de confusión como que los consumidores de vino tuvieran un mayor estatus socioeconómico, un comportamiento y una dieta más saludable, menor hábito tabáquico y menores factores de riesgo ante enfermedades graves.

Por lo tanto, si no tomas vino o no te gusta, tienes componentes genéticos de alcoholismo, eres sensible a los sulfitos, tomas medicación que presente interacciones con el alcohol, estás embarazada, vas a conducir o tienes factores de riesgo de cáncer de mama, no hay razón para que empieces a beber vino. Podrás encontrar polifenoles en otros alimentos igualmente saludables, como en frutas y en su zumo y en las verduras.

Si eres bebedor o bebedora, y no presentas estos problemas, consúmelo siempre en las comidas y de una forma moderada. Y más importante que un buen vino, escoge una buena compañía, disfruta del momento, porque, la salud es mucho, mucho más que una bebida o un alimento.

La prohibición de alcohol en un condado de USA originó un descenso del 15% en el número de patentes. Disminuyó la interacción social y la creatividad, afectando sobre todo a los hombres (70).

Así mismo, en pequeños pueblos de Inglaterra cuando cerraba el único pub, a pesar de reducirse el consumo de alcohol, subía la mortalidad (71).

Así que para despedir el año y comenzar uno nuevo, reúnete con los que te quieren y, si os gusta, descorchar un buen vino y brindad por vuestros deseos. Feliz año a todos y larga vida al vino.

Bibliografía:

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