martes, 13 de diciembre de 2016

Extremismos en nutrición. Moviéndome entre dos aguas


Bueno, ya sabéis que la actividad del blog se rige más por mis neuras que por cualquier atisbo de periodicidad. Pero bueno, siempre que me dan dichas neuras me refugio aquí, donde me siento libre para expresar lo que quiera. Y así lo hago y lo haré en el día de hoy.

Hoy os hablaré de los extremos que abundan en éste, nuestro campo, que es la nutrición.
Cuando yo era estudiante la verdad es que solo conocía un frente. Era el frente universitario, el basado en los micro y macronutrientes. En cuadrar una dieta, fuera como fuera, aunque no tuviera mucho sentido. He de reconocer que no era malo en eso, pero luego tenía que escuchar la protestas lógicas de compañeros de clase que ejercían como dietistas y no les gustaba que mis patatas con alioli de almuerzo más zumito tuvieran más nota que un almuerzo más “normalito” propuesto por ellos.  Pero sí, diga lo que diga Alex Oncina y Marc, en la Universidad, la nutrición son matemáticas.



Lo de alimentos malos, alimentos buenos ni se discutía en aquel entonces. Ni si quiera yo creo que daba mucho ejemplo (mi almuerzo solía ser un pastel murciano (de pescado), o una magdalena “casera”(de la panadería de debajo de mi casa) con un biofrutas, al principio, o con un funciona o bifrutas (agua+azúcar+leche en polvo desnatada) de Pascual al final. Era lo que me preparaban mis padres y bueno, la verdad es que mi impresión en la carrera era que la nutrición era más de restringir calorías que de otra cosa. No era raro ver, sobre todo los últimos años de la carrera, que las bebidas energéticas se extendían tanto en clase como en la biblioteca, y uno de cada cuatro alumnos (como poco) estudiaba junto a ellas. Sin duda, el nutriente más demonizado en la carrera eran las grasas saturadas. Si no había que abusar de las grasas por su gran poder calórico, las saturadas ya eran la pera, porque obstruían las arterias, lo mismo daba las de el tocino, que las del chocolate, que las de coco o el aceite de palma.



Resumiendo: el mensaje era come de todo, pero con moderación y si es en 5 veces mejor que en tres, que así no llegamos con tanta hambre a la comida o a la cena. No restringas ningún tipo de alimento, porque si está en la pirámide tiene que ser por algo.

Más menos esta suele ser la filosofía de la llamada por muchos “vieja escuela”. Esta vieja escuela no se le llama así porque solamente la representen personas que están en la senescencia, eso se nos ha estado inculcando a fuego por profes nutris y bastante jóvenes. Por cierto, es curioso lo bien representada que suele estar la industria alimentaria en las universidades. En Cursos de libre configuración de nutrición clínica nos daban danacol gratis, nos vendían freidoras para freír sin aceite e incluso nos regalaban agua de mar, que era mucho mejor que el agua bendita…incluso podía acabar con el hambre en el mundo.



Luego, y estas ya son cosas mías, se permitía el acceso a vendedores de libros y si en un seminario de fibromialgia venía una homeópata, pues no pasa nada, pero eso sí, pide reunirte con los alumnos para debatir sobre nutrición y ya verás donde te mandan. Porque claro, no vengas a inculcar un espíritu crítico, a ver si ahora los alumnos van a conseguir cambiar el temario del pleistoceno de algunos profes. Pues eso, homeopatía y agua milagrosa en las mejores salas, y escaleras bajo la lluvia y muy lejos de la facultad para Daniel Martínez, Maria José Tenedor, José Joaquín López, un servidor y compañía.



Tras esos años universitarios, y adentrarme un poco en la metodología y en los caminos hacia la nutrición basada en pruebas, tras muchísimos debates, en tuiter una gran parte, muchos libros leídos, blogs, cursos, videos de las más prestigiosas universidades del mundo y de muchos grandes profesionales, mucha historia y evolución, y algún que otro paper, uno se va forjando una nueva idea sobre la nutrición. Una idea de que aunque no hay alimentos imprescindibles, sí hay alimentos que priorizar. Si hay alimentos que nutren, mientras que otros no hacen ningún bien a la salud pública. Curiosamente los alimentos “modernos”, los que nos han traído los avances tecnológicos suelen ser estos “pseudoalimentos” cuyo perfil nutricional es inmensamente inferior a los alimentos frescos que la madre naturaleza nos provee.



Y el problema viene cuando introducimos estos nuevos “alimentos” en las guías alimentarias, y las sociedades occidentales, las sociedades civilizadas empiezan a comer y comer este tipo de pseudoalimentos. Conjuntamente se da, tras un cambio de modelo rural a urbano, un descenso en la actividad física, en la exposición al sol, un aumento a la exposición de contaminantes, y una incitación al indivudualismo y a la competitividad que al final muchas veces lleva al estrés, a la frustración, a dormir mal, a refugiarte en la “pseudocomida hiperpalatable” y a enfermar.

Y muchos nos tratan de despistar, diciendo que podemos quemar toda esa energía de la “pseudocomida” haciendo ejercicio (Industria),



 mientras otros (CGDNE & FEDN) nos dicen que nos equivocamos de enemigo, que el enemigo no son la industria alimentaria ni la farmaceútica, sino que son otros profesionales sanitarios, nos venden documentales de comida ecológica, cuando no recuerdo que en mi niñez mi abuela compara alguna vez nada con el sello Bio, ni que ni en ella ni en mi entorno apenas hubiese sobrepeso y menos aún obesidad.

Pero de entre esta “nueva escuela”, esta gente que quiere cambiar las cosas, nace otra vertiente. En mi opinión es tan o más peligrosa que la anterior, que la “vieja escuela”. Esa rama “progre” de la nutrición viene marcada en gran medida por el radicalismo alimentario y por la propia experiencia. En muchos casos por el simplismo absoluto y por el no querer ver más allá. Cómo dirían algunos: “El glucómetro no miente”, a lo que yo agregaría…te está “mintiendo” tu cerebro.



En esta rama de la nueva escuela, hay alimentos buenos y alimentos malos, pero los malos se extienden y están muy lejos de ser los alimentos hiperprocesados llenos de azúcares, harinas y grasas refinadas, sal y mil y un aditivos.

Aquí se sataniza a alimentos que han convivido con nosotros miles de años, alimentos que han sido la base de la alimentación para nuestros tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y para nuestros padres. Alimentos que continúan siendo la base energética de las sociedades más longevas. Y sí, me refiero a los controvertidos cereales. Han pasado de ser la base de la pirámide, a ser el culpable de todos los males de la historia del universo. El Neolítico ha pasado a ser la época oscura de la humanidad.
Y yo tengo claro una cosa, que ni todos los cereales son iguales, ni se comen como lo comían nuestros abuelos (productos hiperprocesados en lugar de pan de fermentación larga, masa madre, etc.), ni las necesidades energéticas de hoy son las de ayer.



Intentemos aproximarnos a este frente e intentar comprenderlos.
Suele ser gente que ha podido tener un problema y al hacer un cambio en su alimentación han mejorado, o simplemente han dejado de padecer los síntomas que le causaban malestar. Pongamos el ejemplo de mi propio hermano. Tras empezar a tomar sus potitos de cereales empezó a tener diarrea, a adelgazar y a adelgazar se le abultó el abdomen, y tras mucho periplo por médicos, demasiado, por fin fue diagnosticado con enfermedad celiaca. Así, mi hermano, una vez diagnosticado, volvió a ser un niño normal, saludable, siempre más fuerte y marcado que su hermano mayor, y no volvió a comer cereales con gluten. En casa, el arroz, junto con la patata y la maicena eran la base de muchas de nuestras comidas.



Imaginemos que ahora mi hermano empieza a hacer una campaña en contra del gluten. El gluten para él es malo…lo tengo clarísimo, luego puede pensar que también puede ser malo para mucha más gente, e igual que al él le ha resuelto sus problemas, al resto de la población que sufre, le puede hacer bien restringirlo, y no pierde nada, porque se puede vivir sin gluten, eso está claro.
Pero el problema principal es que esta parte de la “nueva escuela” no demoniza sólo a un cereal. Es que demoniza al 90% de las materias primas alimentarias…las solanaceas por tal, a los pseudocereales por cual, a los yogures por la caseína, los cereales inflaman, la carne porque se pudre en los intestinos, los ajos y las cebollas porque tienen muchos FODMAP, la fruta por la fructosa, y así, con la excusa de que este tipo de dieta hiper-restrictiva funciona para algunas personas (me gustaría ver estudios clínicos con este diseño a ver quién es el valiente de aguantar esa tortura nutricional a largo plazo), señalamos y culturizamos a nuestros followers, y el miedo se contagia y se expande, y pasa lo que pasa en américa, que el 30% de la población intenta seguir una dieta sin gluten, y después del gluten vendrán los cereales, y después, y después…



Y cuidado, esta gente no es ninguna iletrada. Esta gente hace libros con centenas de referencias bibliográficas, esta gente lee, lee a autores de ese mundo en el que habitan. Para nada son unos iletrados, repito, esta gente lee mucho, pero sesga, sesga más aún. Todo lo que no entra en su cabeza, lo que le resulta conflictivo con sus argumentos, automáticamente lo desecha, y vive buscando corroborar sus convicciones con nuevos estudios que condenen a esas materias primas que tanto odian. Por eso prefieren leer a los que saben que no les van a hacer dudar. Es mucho más fácil, y nuestro cerebro lo agradece. Qué bueno es estar en posesión de la verdad.

Y sí, tú, aunque seas un profesional, pues llegar a sentirte persuadido por ese mundo. Por eso ahí van unos consejos:

1      Se escéptico. De todos, incluso de quién te parezca más fiable.
2   Investiga por ti mismo. No te conformes con la bibliografía que te pasen, con el estudio que te adjunten. Lee, lee más, lee opiniones a favor, pero lee con más ganas todavía las contrarias.
3    Cuidado cuando te hablen de su propia experiencia. Seguir a los n=1 no suele dar buen resultado.
4    Dudar de los expertos no significa que no puedas aprender de ellos. Hay grandes profesionales que no se mueven por los intereses de la industria. Hay escuelas de salud pública que suelen argumentar bien sus recomendaciones. Aprende de ellos.
 Cuando alguien sea categórico…aléjate. Igual como pasa con la leche, ni es un alimento imprescindible para los huesos, ni es un veneno blanco. Los extremos suelen estar muy alejados de la “verdad”, y suele haber más grises que blancos y negros en esta “ciencia” que intentamos que sea la nutrición.



Y nada, ya habiendo calmado estas “neuras” solo despedirme hasta la próxima. ¿Quién sabe cuándo será? Igual hasta me sorprendo a mi mismo y escribo algo mañana. :p

7 comentarios:

  1. Felicidades por la nueva entrada, Rubén. Somos muchos los que os leemos desde fuera y os agradecemos estos esfuerzos y dedicaciones sin contraprestación.

    En consideración a los alimentos frumentarios, ¿a qué os referís con la etiqueta de "trigo moderno"? ¿Acaso hay un trigo (kamut, sospecho, por ejemplo) que no es moderno? ¿Se trata de unas determinadsa especies dentro del género o son todo el género?

    Un saludo.

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  2. Totalmente de acuerdo. Los extremos nunca han sido buenos

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  3. Hola S. G.

    Gracias por tu comentario.

    Sin ser un experto en botánica, creo que las variedades antiguas de trigo tienen un menor número de cromosomas. Además en ensayos experimentales si se comparan al trigo moderno suelen observarse mejoras en marcadores (glucosa, antioxidantes, inflamatorios, etc. ). Algunos también hablan sobre las hibridaciones del trigo, que formaron nuevas proteínas que pudieran repercutir negativamente en la salud humana.

    Fasano dice que no hay cambios significativos en la genética del trigo en los últimos 50 años, así que en principio no se puede culpabilizar a eso. Yo creo que importa más el procesado de ese trigo que el trigo en sí. Es cierto que pueden ser más interesantes estas variedades ancestrales, pero creo que un pan de fermentación larga con masa madre puede ser un alimento interesante para una personas sana, aunque esté hecho con trigo moderno.

    Un saludo

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  4. ¡Genial artículo Rubén!

    Estoy contigo en que ningún extremo es bueno, ni lo que nos enseñaban en la universidad, que era laxo y permisivo con alimentos nada saludables, ni los extremos a los que hoy llegamos algunos profesionales (nos meteremos todos y que escape quien pueda).

    Por eso es tan importante contrastar las informaciones y ser críticos, cosa que a veces nos resulta complicado por falta de tiempo, pero realmente necesario.

    Enhorabuena por esta entrada. Servirá para hacernos reflexionar ;)

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  5. Gracias a ti también Irina, por leer este blog tan irregular, y por comentarlo. Un abrazote.

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  6. Brillante. Muchas gracias

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